Va a ser cuestión de decir la verdad: cuando se habla o se escribe en verano de pueblos que son joyas ocultas y apenas conoce nadie, o de playas desérticas y paradisiacas donde hay sitio de sobra, tiende a exagerarse. Lo más seguro es que, en julio y en agosto, el viajero que se acerque a Rijana, Cantarriján o La Joya, por citar tres arenales de Granada , se los encuentre bastante llenos. Y para comer en un restaurante de playa en Salobreña, Motril o Almuñécar , lo más seguro es que haya que reservar con antelación. Son sitios que ganan mucho cuando el turismo masivo desaparece, como ocurre en octubre. Almuñécar, por seguir con el ejemplo, es mucho más visitable ahora que llega el otoño y se descubre como lo que probablemente es: la ciudad costera más interesante de la provincia . Por varios motivos que empiezan a explicarse desde ya. Por ejemplo, a lo largo de los 73 kilómetros de costa que bañan Granada sólo hay un puerto deportivo, se llama Marina del Este y se ubica en Punta de la Mona, en la zona más occidental de Almuñécar, casi lindando con el núcleo poblacional de La Herradura. No es Puerto Banús, pero tampoco le hace falta. Es más recogido, su arquitectura de casas blancas invita a pasar una jornada tranquila, dispone de varios lugares para comer o tapear y, para los que quieran allí fondear, es útil saber que dispone de 227 puntos de atraque para barcos de hasta 35 metros de eslora. También conviene saber que bucear allí es una delicia apreciada por especialistas de toda España, que acuden sabedores de que los fondos marinos, allí, son de lo mejor que se pueden encontrar. Allí cerca, para disfrute de esos buceadores, se instalará el Parque Azul de Vida Submarina , un proyecto que debe ver la luz (es una forma de hablar, está bajo el agua) en 2025 que contará los tres mil años de historia de la ciudad, fundada por los fenicios y nombrada Sexi por los romanos, y ayudarán a mantener y aumentar la flora y fauna del lugar. Pero los encantos de Almuñécar no se quedan ahí, ni mucho menos. Además de que tiene un clima mediterráneo muy benigno, con una temperatura media de veinte grados, ofrece a los viajeros un centro histórico bien cuidado y en el que se conservan bonitas casas blancas. La impresión de estar en un pueblo balear que el visitante siente en Marina del Este también la puede percibir paseando por sus calles. Aporta historia . Tres milenios la contemplan, como ya se ha dicho, y hay restos importantes para constatarlo: el Castillo de San Miguel, que data del siglo XIII, o la Cueva de los Siete Palacios, que alberga el Museo Arqueológico y donde hay vestigios milenarios encontrados en los cercanos yacimientos de Puente de Noy. Si van niños, o incluso aunque no vayan, puede resultar bastante simpático acercarse al el céntrico Parque Ornitológico Loro Sexi de Almuñécar, en el que habitan más de cien especies de aves diferentes y que ofrece como atractivo añadido su jardín de cactus. Pero es que, quien quiera playa, la tiene. Si la disfrutan numerosos turistas procedentes de países nórdicos que viven allí seis meses al año, a ver por qué no van a gozarla los demás. Velilla, San Cristóbal, Cotobro, El Muerto o la ya citada Cantarriján , ya casi en el límite con la provincia de Málaga, proporcionan tranquilidad y normalmente permiten un chapuzón. La oferta de ocio no es en otoño tan extensa como en verano, por motivos obvios, pero muchos chiringuitos playeros están abiertos y ofrecen buen pescado, que es, por las mismas razones, el plato más degustado. Aunque de ese invento ha sacado mucho más partido la Costa del Sol, en Almuñécar también es posible comer los tradicionales espetos de sardinas . Y después de un opíparo almuerzo, es bastante conveniente dar un paseo que, por ejemplo, puede tener como objetivo subir a lo más alto del Peñón del Santo , que está en el centro de la ciudad y que ofrece unas vistas espectaculares y unos atardeceres mágicos. También son muchos los hoteles que se mantienen abiertos tras el periodo vacacional, así que problemas para dormir no va a haber.
