Hoy en día todo el mundo habla de sostenibilidad y reciclaje. Estamos más concienciados que nunca sobre la importancia de separar, reciclar y reutilizar nuestros residuos. Pero seamos claros: sin los trabajadores que recogen la basura cada día, los basureros de toda la vida, ninguno de estos esfuerzos tendría sentido. Ellos son la base de un modelo productivo sostenible. La economía circular no es solo un concepto bonito que nos ayuda a dormir mejor por la noche pensando que estamos haciendo algo bueno, ni una consigna política que queda guay de cara los electores. Es una transformación real y necesaria para el futuro de todos. Este nuevo modelo nos permite impulsar la innovación, la eficiencia y la competitividad especialmente en las etapas de investigación y diseño, con la finalidad de que en la propia elaboración de un producto ya se contemple su reciclaje y reutilización. Pero si no recogemos esos residuos de manera eficiente, no hay economía circular que valga. Y eso empieza con los que están ahí, en la calle, recogiendo lo que tiramos: son la primera línea de batalla para dar una segunda vida a esos materiales. Y aunque los gestores de residuos, como GSA, y los basureros son la base de la economía circular, no podemos depender solo de los esfuerzos individuales o del sector privado. Es fundamental la colaboración entre administraciones y empresas : los avances en la gestión de residuos y en la implementación de tecnologías sostenibles necesitan ser apoyados por normativas claras, inversiones en infraestructuras y un firme compromiso político. Hace unas semanas, en las IV Jornadas Cátedra Economía Circular que celebramos en Sevilla, se subrayó la importancia de esta colaboración. No podemos avanzar hacia un modelo de producción y consumo más sostenible si las administraciones no facilitan el camino. Un buen ejemplo es la Ley de Economía Circular de Andalucía (LECA), que reconoce la necesidad de compatibilizar el crecimiento económico con un uso adecuado de los recursos. Gracias a esta ley, se están destinando 82 millones de euros en 2024 a proyectos de economía circular. Este apoyo financiero es clave para que las empresas puedan seguir desarrollando soluciones innovadoras y sostenibles. En GSA, hemos integrado la innovación como parte esencial de nuestra estrategia. Hemos apostado por la digitalización de nuestros procesos y la mejora continua de la eficiencia energética en nuestras instalaciones. Proyectos como CompoRISE , que convierte residuos orgánicos en biofertilizantes de alto rendimiento, son un ejemplo de cómo la innovación puede generar un impacto positivo tanto en el medioambiente como en la economía. Pero no somos los únicos. Cada vez más empresas están adoptando prácticas sostenibles, apostando por el autoconsumo energético, el reciclaje y la reutilización de recursos. Estos esfuerzos no solo contribuyen a reducir la huella de carbono, sino que también mejoran la imagen corporativa y responden a la demanda creciente de consumidores concienciados que exigen productos y servicios más sostenibles. Para que la economía circular sea realmente efectiva, debemos involucrar a todos los actores: empresas, administraciones y ciudadanos. Cada uno tiene un papel clave en este proceso, desde la separación de residuos en casa hasta la implementación de normativas que favorezcan la reutilización y reciclaje. Las empresas, por nuestra parte, estamos listas para asumir este reto, pero necesitamos un entorno favorable y colaborativo que nos permita seguir innovando y ofreciendo soluciones sostenibles. La economía circular no solo es un compromiso con el medioambiente, también es una oportunidad económica para generar empleo, reducir costes y mejorar la competitividad. Pero no podemos hacerlo solos. Necesitamos el apoyo y la implicación de todos para lograrlo. Solo si trabajamos juntos, podremos construir un futuro más limpio, sostenible y justo. Palabra de basurero.
