No hay vuelta atrás ni atajos: «El coste de la inacción ya es superior al coste de la acción». Ese ha sido uno de los rotundos mensajes lanzados en la segunda edición del Impact Day. Este evento organizado por el Observatorio de Impacto, una iniciativa de la consultora de sostenibilidad e impacto Transcendent y el despacho de abogados Ontier, se configura como una 'cumbre' de la nueva responsabilidad social, esa en la que ningún proyecto empresarial tiene garantizado su futuro si desarrolla su estrategia de espaldas a la sociedad. En el encuentro, convertido en una llamada a la acción ante más de 300 empresarios y directivos españoles, participaron dos de los grandes referentes en la explosión del cambio sistémico: Sir Ronald Cohen, conocido como el 'padre de la inversión de impacto' y presidente y cofundador de GSG Impact, y Paul Polman, ex CEO de Unilever. Ambos analizan en conversación con ABC Empresa las claves para lograr el equilibrio perfecto entre las variables rentabilidad-riesgo-impacto, con la medición y la tecnología como ejes claves. Precisamente, como recordó Cohen, esta misma semana, la Fundación Internacional para la Valoración de Impactos (IFVI), organización independiente sin ánimo de lucro dedicada a la contabilidad de impacto, ha hecho pública la metodología, modelos y una base de datos con cerca de 100.000 factores (en 268 lugares de todo el mundo, midiendo 430 impactos diferentes) para valorar y monetizar el impacto ambiental. «Un hito (como destacan desde la organización) que marca un antes y un después, porque demuestra que la contabilidad de impacto es factible a gran escala, que es relevante para la toma de decisiones y que se están logrando avances significativos para ampliar la forma en que conceptualizamos el impacto». En este contexto, Cohen y Polman subrayan este incremento del valor e influencia de la contabilidad de impacto. E inciden, además, en la importancia de los avances en medir y conceptualizar, como en los casos de las denominadas emisiones de 'Alcance 3', que proceden de la cadena de valor de una compañía: viajes de negocios, desplazamientos de los empleados, usos de sus productos, etc. «Habrá (señala Cohen) herramientas financieras para analizar las correlaciones entre los resultados de impacto y los financieros y si los primeros mejoran de forma significativa, los segundos lo reflejarán, como ya ha ocurrido en algunos segmentos de la industria de la alimentación». Todo un desafío para las pymes, que deben informarse adecuadamente de las innovaciones relativas a la sostenibilidad. Cohen comenta que para las pymes es esencial «categorizar el impacto y asignarle un número, un valor, porque, cada vez más, sus clientes exigirán que se cumpla la legislación». Polman subraya que «el 90% de la economía global es de 'origen pyme', que suelen estar más cerca de sus comunidades, más cerca de los clientes a los que sirven, por lo que la toma de decisiones es más rápida. Tienen muchas cosas a su favor, pero lo que vemos en esta transición es que no necesariamente tienen los recursos y los medios para mantenerse al día con la legislación en evolución o para poner en marcha todos los sistemas que quieren los gobiernos». En este escenario, los especialistas destacan el importante rol del Pacto Mundial de las Naciones Unidas («que tiene un capítulo muy activo en España») o el propio de la cámaras de comercio internacionales, con iniciativas como el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible. En cuanto a la necesaria escalabilidad de la inversión de impacto, Polman habla desde su propia experiencia: «Si nos fijamos en Unilever, la empresa que dirigí durante diez años, si queríamos pasar al té sostenible o al aceite de palma sostenible, literalmente teníamos que convertir al mundo, teníamos que convertir al gobierno de Indonesia o al gobierno de Malasia, teníamos que trabajar con decenas de miles de agricultores, lo que lleva años, para buscar soluciones». Soluciones para una sociedad mejor con enormes desafíos a superar: «860 millones de personas se van a la cama con hambre todos los días sin saber si se despertarán al día siguiente, el 75% de las personas viven en países donde la desigualdad de ingresos ha aumentado y la inflación ha superado sus aumentos salariales». Hay (mucho) margen de mejora, como subraya Cohen: «Hay un gran cambio de valores en las empresas y, por lo tanto, en la sociedad, que ya adopta, por ejemplo, decisiones de consumo en función del cumplimiento responsable de la empresa. El progreso tecnológico (IA, big data, etc.) puede crear una revolución en la forma en que podemos generar impacto, así como la innovación a la hora de afrontar los retos del siglo XXI, sea a la hora de crear nuevas formas de hormigón o creándose nuevas plataformas para reducir el coste de los préstamos para los más pobres». Y añade su experiencia sobre el terreno: «Invierto en empresas de impacto en fase inicial, para que hagan un mejor trabajo a la hora de generar impactos positivos sobre el terreno, que estén mejor situadas para aportar soluciones a los grandes problemas a los que nos enfrentamos». De cara a los próximos años, ambos coinciden en que las nuevas generaciones estarán más concienciadas (ya están empezando a estarlo) sobre la importancia del valor del impacto social frente al beneficio económico. Y cómo no, las empresas, como apunta Cohen: «Gracias a la nueva valoración, la nueva medición, los inversores van a decir a las empresas: 'estás creando más daño ambiental del que estás obteniendo en ganancias. Tu competidor está haciendo un trabajo mucho mejor…' En este contexto, España ha tenido una evolución impresionante y creo que su relación con Latinoamérica le augura un futuro muy prometedor». Un futuro mejor gracias a la implicación de personalidades como Cohen (autor del libro 'Impacto. Transformar el capitalismo para lograr el cambio') y Polman ('Net Positive. Impacto Neto Positivo: cómo las empresas valientes prosperan dando más de lo que reciben'). De la teoría a la práctica, de la empresa a la sociedad y, siempre, con la colaboración como esencia de la eficiencia, como concluye Polman: «Las empresas deben participar activamente no sólo haciendo las cosas correctas en forma individual, sino trabajando juntas, incluso en última instancia con los gobiernos, para garantizar que tengamos los sistemas y los marcos adecuados de actuación».