Quiero compartir con vosotros este manuscrito que me ha llegado hace unos días. En un sobre, ya de edad avanzada por sus señas y con la solapa desprendida, encuentro una docena de páginas. Vienen presididas por el título, 'Mazapanoir. La novela', y un subrayado, 'Anónimo', como autor. A mi edad, no me sorprende recibir anónimos, y menos pretender que ellos me asusten. La experiencia me dice que tras los anónimos suele encontrarse personas débiles y con poca o nula capacidad para tomar decisiones drásticas. Por eso se esconden bajo el anónimo, o el silencio, para que seamos otros quienes actuamos por ellos. Pero sí que me sorprende su fecha. Bueno, más bien, lo que el anónimo en cuestión ha pretendido que yo entienda por fecha: dos guiones bajos, un guion al medio; otros dos guiones bajos, otro guion al medio; a lo que les sucede cuatro guiones bajos. Es una extraña datación. Está datado, pero sin fecha. Deduzco que es un momento que aún no ha ocurrido, pretérito aún. Paso la primera hoja y me encuentro con el rótulo: Capítulo Primero. Como sagaz investigador, me voy rápidamente al final, para comprobar si la novela está completa. Pero, como me temía, solamente aparecía su primer capítulo. Sujetando el manojo con la mano derecha, y ojeándolo rápidamente al viento de mi respiración con mi mano izquierda, porque soy zurdo, observo que está escrito a máquina. Y me vienen los recuerdos de mi Olivetti de juventud, cuando en la facultad echaba fuego para terminar a tiempo de completar mis trabajos. Y, curiosamente, debía ser una máquina ya antigua, porque algunas letras, siempre las mismas, estaban lanzadas hacia el espacio superior de su renglón. De repente, algo que vi me hizo añorar aquel sonido rotundo al aporrear las teclas ya endurecidas por el tiempo, y el uso del típex en papel que, bajando previamente la cinta de tinta, ponía entre la letra de hierro y el folio para, de un golpe seco, anularla del papel y hacer aparecer otra diferente. Era lo más parecido al ocultamiento de un asesinato que he hecho en mi vida. La curiosidad me invadió aún más. Un sobre ya envejecido. Unas páginas escritas hace décadas, pero datadas en un tiempo incierto. ¿Estarán quizá referidas a un futuro próximo, que es lo más incierto pero cercano que podré investigar? Empiezo a leer. Capítulo Primero. Comienza el acto de presentación. En la mesa aparecen sentadas diferentes personas. Pero, curiosamente, el espacio central, en el que reside la coordinación y moderación de las intervenciones, está vacío. Los intervinientes se miran entre sí. Susurran. Miran sus relojes. Hablan de dejar unos minutos de cortesía para dar tiempo a su aparición. Los minutos pasan lentamente. Miro a cada miembro de la mesa. Hay diversos profesionales que van a tomar la palabra para comentar cómo rastrear crímenes, asesinatos y desapariciones. El moderador sigue sin aparecer. A un ponente se le escucha cuchichear con otro de al lado: «Los filósofos no brindan con cicuta». Mi mente de investigador comienza a funcionar. ¿Habrá sido envenenado en el ágape previo para eliminar así a un posible competidor en la exposición que se avecina? ¿Sería conocedor de algún secreto oculto que no pretenden que sea revelado? Sigo mirando la mesa. Aparece un personaje cuyo nombre leí en las noticias como presunto y posible, nada confirmado todavía, acosador de sus trabajadores. ¿Será el presunto acosador el que pudo acosar a quien iba a moderar para sacarle de la mesa? ¿O sería el moderador el presunto acosador de un posible acosador que nunca dijo no serlo, pero que de momento sigue denunciado? ¡No puedo con esta mente ardiente de investigador! ¿Será desde la organización que, como el típex de mi máquina de escribir antigua, han 'tipeado' al moderador para que no aparezca como acusador de un posible y presunto acosador que había sentado en la mesa? Los minutos pasan. La mesa no se completa. El público comienza a intranquilizarse. Los ponentes se miran a la vez que siguen con ojos atónitos cómo los dígitos de sus relojes se han quedado quietos en un tiempo pasado… Y ahí estoy. Parado, como don Tancredo, esperando la llegada de un nuevo viejo sobre añejo que me resuelva en un nuevo capítulo el enigma del moderador suprimido. ¿Por el supuesto acoso de un presunto acosador? ¿Por el 'tipeo' de una organización? ¿O por el sutil brindis de una copa amañada?