Dios de los que sufren

Padre nuestro que estás en la tierra, entre los escombros de una ciudad destruida, bajo las olas de un mar de plata, en las heladas llanuras del Este, en las áridas arenas de Oriente, en los ojos de quien no pide permiso por vivir, en la piel oscura que tanto asusta, en las lágrimas secas de una madre sin hijos. Tu nombre es suficiente. Tu nombre es motivo para seguir, para no desfallecer. Santificado y honrado por muchos, sigue siendo aliento en la fatiga, fuerza para los que no se rinden. Hablo en tu nombre, porque soy tu hijo. Lloro cada día antes de empezar mi vida, entre jóvenes que aman el mundo, que se forman en la Universidad con... Ver Más