En la mente de un pedófilo: «Sientes confusión mezclada con excitación»
Carles se dio cuenta de que era pedófilo casi a los 40 años. Hasta ese momento, le es difícil recordar alguna ocasión en la que se sintiera atraído por menores. Antes de contar su historia es importante recordar que, según la RAE, pedofilia es la «atracción erótica o sexual que una persona adulta tiene hacia niños». Concretamente, señalan los expertos, los menores de 13 años. Es decir, al contrario que un pederasta, no cometen una agresión sexual hacia un menor, sino que «solo» consumen este material porque les provoca excitación sexual. En el caso de Carles, acumulaba tantísimas imágenes y vídeos en su ordenador que fue detenido hace casi tres años por posesión de pornografía infantil. «Llevaba consumiendo muchos años y debieron detectar algo: me investigaron y me detuvieron. Ahora el proceso legal ya está llegando a su fin», explica. Él asegura que su consumo no fue de forma continuada: «Había momentos que lo dejaba, luego recaía... era algo compulsivo, como una adicción».
Todo comenzó cuando empezó a frecuentar chats de temática sexual y había gente que le ofrecía este tipo de imágenes. Por curiosidad, «casi sin pensar», argumenta él, entró. Lejos de sentir rechazo y, por supuesto, lejos de denunciarlo (lo que se debe hacer si este tipo de imágenes caen llegan a manos de cualquiera), se dio cuenta de que se sentía atraído por menores de 9 y 10 años. «Primero sentí confusión mezclada con la excitación de la novedad pero con mucha confusión y culpa», reconoce. Pero esto, sostiene, es sólo al principio. «Luego esa culpabilidad por sentirme atraído por un menor que estaba siendo explotado sexualmente fue remitiendo con el tiempo porque te vas acostumbrando a ese tipo de imágenes y conseguía masturbarme».
"Me sentía fatal pero volvía a caer"
Después, como si de una rueda se tratase, volvía el mismo carrusel de emociones: «Después me sentía fatal, me sentía culpable y lo borraba todo. Pero a los tres o cuatro meses, volvía a caer: no me podía controlar por mí mismo sin buscar excusas y me dejaba llevar».
A pesar de que sabía que tenía un problema no decidió pedir ayuda y reconoce que el detonante para hacerlo fue su detención. Porque en ese momento, sostiene, «toda tu vida cambia de forma radical». Ya no es solo la detención y lo que supone a nivel familiar y laboral: es que todos sepan el motivo del arresto. La vergüenza y la culpa le desbordaban. Sin embargo, cuando pensaba que el mundo se le venía encima, fueron los agentes que le detuvieron quienes, paradójicamente, le «salvaron la vida», como él dice. «Uno de los polis que me detuvo, cuando te bajan abajo para tomarte las huellas y hacerte las fotos de la ficha policial, me habló de la asociación Ángel Blau, que ayuda a gente con este tipo de problemas».
¿Quién hay detrás de la pantalla?
Fue entonces cuando se puso en manos de profesionales y se paró un momento a pensar en algo que parecía obvio a priori. «El problema de consumir este tipo de material es que ¿quién hay detrás de la pantalla? Es fácil separarte emocionalmente y poner excusas de todo tipo pero cuando te das cuenta de todo lo que supone es cuando decides hacer un cambio y pedir ayuda». De esta forma, si le detuvieron un lunes, asegura que el mismo martes ya estaba llamando a esta asociación y comenzó una terapia con una especialista en este tipo de trastornos el jueves de esa mismas semana.
Carles sostiene que de las cosas más duras de su detención fue la reacción de su entorno. Lógicamente, lo hicieron con sorpresa. «Ellos qué iban a pensar: ‘no puede ser, no puede ser, tiene que ser un error’. No entendían el porqué, pero ¿cómo lo iban a hacer si ni quiera lo entendía yo? Al final, uno puede llegar a entender que puedas sentir una atracción porque no es algo que elijas pero no que puedas sentir placer con algo que hace daño a los demás».
Una vez divorciado, su ex mujer sabe que está trabajando mucho en la terapia y le apoya en este sentido. Gracias a su buena voluntad, le ha permitido seguir viendo a sus hijos. Su madre y sus hermanos también estuvieron ahí en todo momento y esta red de apoyo familiar que le sostuvo fue uno de los motivos que le ayudaron a salir de ese pozo. A pesar de trabajar en la recuperación, Carles ya tiene asumido que es algo que «llevaré siempre encima y es un peso que, por mucho que te ayuden, lo llevas tú solo», confiesa.
La terapia con la profesional de la asociación le sirvió, lo primero, para tener contacto con personas que han sufrido abuso. Éste, reconoce, ha sido el punto más impactante y el que más le ha ayudado de todo el proceso. «Es un punto fundamental. Para mí, al menos, lo fue, porque ya no es un desconocido tras una pantalla, es gente real que ha sido víctima de abusos sexuales y te explican cuánto han sufrido las consecuencias que supone, el dolor que todavía arrastran y todo lo que han tenido que soportar para que haya gente, como fue mi caso, que consuma este tipo de imágenes». Es decir, trabajar la empatía hacia las víctimas y la «distorsión cognitiva», asegura, ha sido clave es su recuperación.
«Que te cuenten todos los problemas que les ha supuesto, sus traumas y conectar con ellos, con su dolor, me ha ayudado a conectar también con mi dolor. Es eso lo que me ha ayudado a entender el dolor de los demás». Aunque, como cualquier adicción, nunca estás totalmente curado y puedes recaer en cualquier momento, Carles asegura estar «comprometido» con «mantener la abstinencia» porque es consciente de su vulnerabilidad: «Si me pasó, me puede volver a pasar», sentencia; algo muy importante para no relajarse nunca y no perder la perspectiva del tipo de delito del que estamos hablando, que implica el abuso a un menor de edad de la forma más deleznable posible: sexualmente y abusando de su inocencia. «Lucharé para seguir así y voy a hacer todo lo posible para no recaer», aclara.
Para ello, tal y como le ha explicado su terapeuta, es fundamental conocer los factores de riesgo. De ahí la importancia de empatizar con la otra persona, la abusada. «En un grupo con diferentes pedófilos un día lo dije: te puede fallar todo: el trabajo, la casa... Puedes ser un desgraciado pero si tienes capacidad de empatizar no lo vuelves a hacer».
Y es que, si bien al principio sentía que su vida se derrumbaba, ahora ha cogido fuerzas para rehacerla porque, con el paso del tiempo y tras el shock inicial, ha cambiado su forma de verlo. Un shock que también ha tenido que trabajar su familia, ya que nadie espera que alguien de su entorno sea una de esas millones de personas que, desgraciadamente, consumen este tipo de pornografía en internet, a pesar del complicado trabajo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad por dar con ellos: no solo con los consumidores sino con los productores para poder atender a las víctimas.
Y es que, como ocurre con tantos otros tipos de delitos tabú socialmente, –como el consumo de prostitución–, la pornografía infantil cuenta con la connivencia de muchos adultos y, según las estadísticas, personas de tu entorno la consumen.
En la Asociación Ángel Blau llevan mucho años ayudando a estas personas con atracción sexual hacia niños, niñas y adolescentes tempranos para poder reinsertarse en la sociedad.
Uno de cada seis
Un estudio realizado en Australia con una muestra de 1.045 personas, uno de cada 6 hombres tenía este tipo de material en su ordenador; uno de cada 10 había abusado de un menor y un 29,6% de los encuestados querían ayuda para superar este problema. Son datos de la asociación Ángel Blau, desde donde señalan la importancia de la intervención temprana para reducir el riesgo de reincidencia y poder colaborar así con las víctimas.