Una batalla que si se pierde acabará con la paz
Las bandas callejeras se han convertido en un problema global. Los Black Axe, en Nigeria, se han multiplicado bajo diferentes denominaciones en Estados Unidos, África y Europa. Estamos frente a un reto criminal que se expande rápidamente.
Nicolas Sarkozy, cuando fue presidente de Francia, intentó enfrentarlas y reducir la violencia. Primero ofreció iluminar los barrios difíciles; luego, incentivó el estudio y propuso transporte gratuito para trasladar a los jóvenes a centros educativos y de formación profesional.
Muchos de estos jóvenes provienen de Marruecos y viven en los barrios marginados de París, pero la mafia nigeriana parece vencer todos los intentos de control. Los grupos criminales han alcanzado varios continentes, y puede que ya estén intentando estafarlo en su propio correo electrónico. Los Black Axe son considerados una secta debido a la lealtad entre sus miembros y la violencia extrema que ejercen.
En Brazzaville, capital de la República del Congo, existe un fenómeno similar denominado Black Babies: bandas de jóvenes de entre 15 y 20 años que se agreden entre ellos y atacan a otras personas. En Costa de Marfil están los microbios, bandas parecidas a las del Congo. En la República Democrática del Congo, un país inmenso, se combate a los kulunas en su capital, Kinsasa. Muchos de estos jóvenes delincuentes viven con sus familias, en condiciones de pobreza, y recurren al crimen para sobrevivir.
El problema se enfrenta a una serie de retos múltiples y de difícil solución. El profesor Kienge-Kienge, de la Universidad de Kinsasa, ha hablado con muchos kulunas para averiguar las causas de la violencia. Las razones son similares a las que encontramos en Centroamérica. Los jóvenes, que suelen vivir con sus padres o en grupos, al no tener ingresos toman el machete y, después de consumir drogas, asaltan a la gente. Lo robado lo venden, a veces incluso a la misma policía, cuyos bajos salarios les impiden subsistir adecuadamente.
Los jóvenes necesitan un ingreso seguro, aunque sea bajo. Ofrecerles formación profesional para que puedan sostenerse y acompañamiento social para enfrentar la drogadicción son dos medidas necesarias. Los países precisan el apoyo de los jóvenes para reconstruir la convivencia social y evitar que los barrios caigan bajo el control de bandas criminales.
El tránsito migratorio preocupa a las autoridades y aún más a las educativas, ya que deben diseñar programas para abordar la violencia juvenil, que rápidamente se convierte en criminalidad. Los promotores de la cultura tienen también un deber hacia los jóvenes. Las escuelas de trabajo social de las universidades y los centros documentales del Poder Judicial poseen gran cantidad de información sobre criminalidad.
La muerte es invitada todos los días a nuestras calles. Aquí hay muchos llamados a asumir las responsabilidades. Las autoridades de migración y la policía conocen bien las implicaciones del movimiento de los pueblos y los delitos que a veces se camuflan en la criminalidad.
No todos son criminales, pero estamos llamados a ofrecer una vida mejor a los jóvenes. El reto está en la formación profesional y en los contenidos de la formación técnica y humana del Ministerio de Educación. Esta batalla, si no se gana, puede terminar con la paz de la República.
jjch98@yahoo com
El autor es diplomático.