Miserable ministro Marlaska

Estamos anonadados los valencianos de bien al ir conociendo, y lo que todavía nos queda por saber, el cómputo de víctimas mortales, que es y será el peor de los daños por lo que tiene de irreparable; las brutales dimensiones de la tragedia : la devastación de campos de cultivos, vías férreas, carreteras, puentes hundidos, parque automovilístico, infraestructuras, viviendas, naves de empresas, locales comerciales y de ocio. Si nos resulta acongojante comprobar, desde la distancia física y la proximidad emocional, las imágenes de tanta desolación y la magnitud del drama, cuánto más tiene que serlo para quienes siguen sin saber del paradero de familiares, amigos o vecinos arrastrados por unas violentas aguas que arrollaron cuanto se interpuso en su alocada carrera hacia el mar. Estando los valencianos de bien concernidos tratando de paliar, en la medida que pueda valer la ayuda solidaria de cada uno de nosotros, resulta triste y desolador comprobar el grado de miseria moral de quienes tratan de aprovechar lo ocurrido para hacer política de la peor calaña; de la más ruin y barriobajera. No me ha sorprendido la abyecta irrupción del ministro de Interior, Fernando Grande Marlasca , al terciar en el dolor que nos acogota a los valencianos de bien. Y lejos, muy lejos de asumir sus obligaciones y arremangarse para tratar de paliar tanto daño como nos aflige a todos, levantar su dedo acusica contra el Gobierno de Carlos Mazón , a quien adjudica la responsabilidad de la gestión de la DANA. Hay que ser miserable, muy miserable y despreciable, para no esperar a que esté recuperado el último de los cadáveres que todavía sigue perdido; restablecidos los mínimos servicios; realojados quienes se han quedado en la calle víctimas del más brutal desahucio, y preferir como ha hecho con injustificadas e innecesarias urgencias, sus malintencionadas acusaciones, sin otro afán que enmierdar la convivencia con la delectación con que lo ha hecho. Tiempo habrá para depurar responsabilidades . Un tiempo que ahora debería ser el preciso y urgente de acudir en ayuda de quienes lo necesitan. Todo lo que no sea prestar esa ayuda, y por el contrario dedicarse a hacer política de la peor ralea, sólo merece desprecio por el mucho asco que provocan quienes lo practican. Miserable Marlasca. Miserables todos cuantos hacéis seguidismo de esta abyección. Que el fango os confunda.