Roca sólo fue Rey en taquilla y nunca metió la marcha con La Quinta
Una tribu de jóvenes canallas se agolpaba a la salida del Metro. «¡Canallas, canallas, que sois una tribu!», les gritaba un grupo de mamarrachos vestidos de berenjenas pasadas. Lacios todos y muy feos. Pasó la tribu de canallas de aquella panda mientras sus docenas de dedos febriles se dirigían hacia las puertas de la Monumenta l dispuestas a romper normas. ¡A los toros, a los toros! ¿Acaso había algo más punk? El mundo de los rebeldes madrileños se dividía este 10 de mayo en dos: los que iban a ver al héroe Roca Rey o los que pensaban en cometer un acto heroico. Que no, no era ponerse a trabajar como Juncal dejó dicho a Búfalo, sino quitarse el WhatsApp. A lo Jabois, el último Cavia. Arrastrado el sexto las heroicidades no aparecían. Ni las del peruano, incómodo como nunca, ni las de los que se desinstalaban el servicio de mensajería. Porque mira que funciona mal internet cuando los tendidos se abarrotan, pero detrás siempre hay uno que si no te da la tarde derribando el cubata te la da con el «pi-pi-pi» del móvil hablando con los 'amigotes', que diría Morante. «Hemos venido a ver a Roca», se las prometían felices. Pero no apareció. Quiso el destino que el mandamás se las viese con Peluquino, un toro reseñado como primer sobrero el pasado agosto en Dax para Daniel Luque, según contaba ese Cossío del campo que es Luis Miguel Parrado. Más que caprichoso, el destino llegaba a ser un cabrón con mucha guasa. Resulta que el peruano no quiere cruzarse en un patio de cuadrillas con alguien «irrespetuoso» –así calificó al de Gerena en una entrevista con ABC– y se topa de bruces con uno de La Quinta que ya había sido suyo. «¡Toro, toro!», gritaban en el sol cuando apareció este tercero, con esa guapeza de las hechuras sevillanas. Roca, a lo suyo, ganó terreno y jugó los brazos hasta pintar dos bonitas medias. Por dos veces se santiguaría luego Victoria Federica desde su tendido preferente cuando Andrés tomó la muleta e improvisó un molinete para descorchar faena con un número 90 de prontitud y fijeza. El limeño le daba distancia, pero sin llegar a coger el ritmo en medio de un ambiente enrarecido, ese que tiene un sector de Madrid con las máximas figuras. Esta vez –pese a muletazos sueltos de su sello y pases de pecho barriendo el lomo– no llegó a controlar en su totalidad las embestidas, sin terminar de apretarlo. Tal vez para que no se Noticia Relacionada sAN ISIDRO opinion Si Con la mirada en la historia Rafael García Garrido «Entendemos que actualizar el toreo es ponerlo a competir en un mercado tan exigente como es el de las ofertas de consumo. Trabajar primero y bien para luego mantener una serie de actos y contenidos de forma continuada para dar visibilidad a los toros en Madrid. Porque uno de los objetivos de Plaza 1 es normalizar el toreo en la día a día de la sociedad», escribe Rafael García Garrido, empresario de Las Ventas apagara. O sencillamente porque no era su toro. Había sido el de Luque. Ya lo escribió el poeta: a menudo encontramos nuestro destino por los caminos que tomamos para evitarlo... «¡Miau, miau!», corearon en el quinto, un gris muy simplón que a pocos gustó. Tampoco al matador, que permitió que lo atizaran en varas. Se movía , pero sin un ritmo fijo y renqueante. Entre el viento y las caídas del andarín y pegajosete Prisionero, que exigía perderle pasitos, aquello no caló. Y eso que ahora sí trazó varios muletazos poderosos y de bragueta. Pero sin terminar de meter la marcha con la noble corrida de La Quinta, muy desigual pero con ejemplares de bella estampa y armonía. No, no eran esos tanques que a más de uno le ponen cachondo. «¡Miau, miau!», corearon en el quinto, un gris muy simplón que a pocos gustó. Tampoco al matador, que permitió que lo atizaran en vara. Se movía este Prisionero, pero sin un ritmo fijo y renqueante. Entre el viento y las caídas del andarín y pegajosete rival, que exigía perderle pasitos, aquello no caló. Y eso que ahora sí trazó algunos muletazos poderosos y de bragueta. Pero Roca no terminó de meter la marcha con la noble corrida de La Quinta, que lidió un conjunto muy desigual pero con ejemplares de bella estampa y armonía. No, no eran esos tanques que a más de uno le ponen cachondo. Feria de San Isidro Monumental de las Ventas. Miércoles, 10 de mayo de 2023. Primera corrida. Lleno de 'No hay billetes'. Toros de la ganadería de La Quinta, variados de presencia (muy desiguales) y juego dentro de su nobleza y justo poder; con opciones los tres primeros; deslucidos los otros. Julián López 'El Juli', de gris y oro. Pinchazo hondo y descabello (saludos). En el cuarto, estocada trasera (silencio). Andrés Roca Rey, de rosa y plata. Pinchazo y estocada caída (pitos). En el quinto, pinchazo y estocada defectuosa (silencio). Álvaro Alarcón, de blanco y oro. Estocada corta tendida (saludos). En el sexto, estocada y dos descabellos (silencio). ué suerte tuvo Bandolero, tan desentendido que se hubiese tirado a los montes de Sierra Morena, pero se encontró con El Juli... Todo lo hizo a favor, a sabiendas de esa templanza con la que había metido la cara por el pitón izquierdo en el capote. Pronto tomó la derecha para corregir defectos. Y vaya sí los corrigió: al ralentí robó una tanda sobresaliente. Todas las bondades exprimió al negro entrepelado en una faena de magisterio, temple y unitarios terrenos. Berreaban unos y bramaban otros en aquel epílogo que traía noticias mexicanas con ese ritmo tan lentificado. Del toro y del torero, que puso al gentío en pie, aunque el acero le privó de un premio mayor a los saludos. Ningún celo tuvo el soso cuarto, un animal con el que ni su ciencia ni su paciencia pudieron rascar emociones. Una pintura era el primero, Cocherito, cárdeno claro, tan bello como justo de fuerzas. Las protestas se calmaron en la sabia lidia de José Chacón. Todo con pausa, todo preciso. Hasta ese modo de llevarlo a punta de capote al burladero de los areneros. Era el toro de la alternativa de Álvaro Alarcón, que hizo el acto más heroico: acelerar su reaparición tras romperse las costillas para convertirse en matador en un cartel soñado. Y con un toro soñado, porque Cocherito rebosaba nobleza. Sin probaturas, se puso a torear. Pero cuando se adentró por ese camino zurdo donde se hallaban las delicias de Cocherito majó naturales de cámara superlenta, acariciando ese son de México. No habría una tanda como aquella, pero ahí quedó su clasicismo de pecho por delante que merece más oportunidades. Aplaudieron de salida al sexto, aunque la ovación grande fue para Chacón. Qué pedazo de torero. De azabache iba ayer un banderillero al que Pepe Puente hubiese dedicado su apunte. Luego el toro ni humilló ni se entregó. El que puso todo su empeño fue Eolo, que soplaba aires de decepción en una tarde en la que Roca sólo fue Rey en taquilla.