Por dos razones. La primera, al levantarse los controles políticos y administrativos de contratación durante la pandemia: siempre que se relajan los mecanismos de supervisión acuden los golfos, es una constante. Sánchez pudo advertir que se harían auditorías draconianas posteriores y algo se habría frenado, pero en su ausencia los golfos disfrutaron de barra libre. La segunda razón también tiene que ver con Sánchez, con su caudillaje. Con su manera de gobernar vertical, a lo latinoamericano, con un presidencialismo extremo que ocupa las instituciones y acaba con los contrapesos. En ese contexto, cuando alguien llama en nombre del valido del caudillo –en nombre del principal ministro y jefe organizativo del PSOE–, todos se cuadran y claudican de su responsabilidad. Por...
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