La Transición resolvió tres de los cuatro problemas históricos arrastrados por España: la desigualdad social, los conflictos religiosos y el Ejército, tan proclive a los golpes de Estado. Pero nuestros padres fundadores no fueron capaces de resolver el último gran problema, el territorial. Todo comenzó con la Constitución, con ese artículo 2 en el que Suárez incluyó la distinción entre «nacionalidades y regiones» abriendo así la puerta a que el debate territorial se pudiera plantear en términos de soberanía, cuando no era en absoluto necesario para reconocer derechos propios determinados territorios y salir de aquel centralismo franquista. Perpetrado el error, qué inmenso error, el paso siguiente fue la deslealtad de los nacionalistas, actitud con la que no contaron los padres...
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