Siete eme. San Bernardo, terraza del Marbella. Dos chavales y dos chavalas. Sobre la mesa, un paquete de Manitou, otro de Camel industrial, un clipper, un café- siempre hay alguien que pide café- y ocho tercios de cerveza. Cuatro vacíos de la ronda anterior. Apoyadas en las patas de la mesa, las mochilas semivacías. Reina el silencio ruidoso de los que ya no saben de qué hablar. La mayoría está con el móvil. Una de las tías, mientras juega a despegar con la uña la pegatina del botellín, suelta: Pues yo mañana no vengo a clase, es ocho eme. Güeno, pues como hoy, que es siete eme, ¿no? Risas. No, pedazo de capullo, hoy no he ido porque no me...
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