Grandeza, elegancia y contención clásicas
Aclaremos algo de inicio. Como habrán leído en el encabezamiento, el rol de Orfeo aparece disociado en dos personas. Cierto, es insólito y es posible que quien escribe no o vuelva a presenciar en otra ocasión. Ello se debe a la indisposición vocal del contratenor italiano Vistoli, de la cual no se había recuperado para esta función con el fin de cantar el papel del amante de Eurídice . Sin embargo, el cantante transalpino estaba perfectamente para «actuarlo». Su sustituto, buscado y hallado en tiempo récord por el teatro valenciano, el también contratenor francés Christophe Dumaux, sí que podía abordarlo vocalmente, pero dada la compleja dirección de actores que impone la escena de Robert Carsen, se la jugaba demasiado para preparar en, literalmente, horas el rol desde el punto de vista actoral. ¿La mejor solución?, pues, de acuerdo con el mismo Robert Carsen, que Vistoli actuara y que Dumaux cantase desde el foso. Esto es lo que sucedió en la última y en anteriores funciones, lo cual devino como una solución lo más exitosa posible. Una solución que, por otro lado, ilustra a la perfección el riesgo permanente que impone la desnudez de lo inmediato, en el mejor de los sentidos, de este gran arte, con más de tres siglos de vida llamado ópera. Añadamos que la sala presentaba un lleno «hasta la bandera», lo que da a entender que el «boca-oreja» ha funcionado con eficacia estos días, culminando en la última de las funciones Y ya que estamos hablemos de una dirección elegante, contenida, la de Carsen, que, en este sentido, logra mimetizar la escena con la revolucionaria música de Gluck, desde la contención neoclásica. En el arte hay incontables ejemplos de que menos es más: el postrero Tiziano, el último Beethoven, el Parsifal wagneriano, la música callada de Mompou y, en fin, el Orfeo de Gluck al que añadiremos en esta ocasión la dramaturgia de Carsen. El director de escena canadiense parece decirnos que no hay otra forma de explicarnos lo esencial, que, precisamente, mostrándonos esa esencia a través de la desnudez, lo cual no significa que no haya una virtuosa y magistral dirección de actores que con su expresión corporal no cesan de contarnos cosas. Por medio del sobrio y actual vestuario, y una acción situada en un «no lugar» presidido por una irreal luz y un entorno de árida e inhóspita belleza, Carsen quizás pretenda transmitirnos la intemporalidad del mito antiguo y de los temas universales que aborda. De Vistoli únicamente podemos valorar su gestualidad y, qué duda cabe, protagoniza un magnífico Orfeo desde el punto de vista actoral. Dumaux, su sustituto vocal, da la talla con un Orfeo de altura. Cierto es que dadas estas insólitas circunstancias la valoración global de este último está limitada por lo dicho: en ópera siempre hay un cantante que actúa o un actor que canta (o actriz) y para enjuiciar convenientemente las prestaciones de un Dumaux, este debió cantar desde el escenario, traspasando el sonido orquestal del amplio foso, a lo que hay que añadir una labor actoral que siempre añade retos y dificultades extramusicales. Disfrutamos al completo de la Euridice interpretada por la soprano Francesca Aspromonte, con un timbre y medios de soprano ligera, luciendo una irreprochable afinación. De Elena Galitskaya, también soprano ligera, solo caben parabienes desde el punto de vista vocal además de un dominio corporal la desnuda escena y conformando un disfrutable «amor». Asombrosa la perfección en empaste y carnosidad del sonido del Cor de la Generalitat desde la primera nota. Pienso que, aunque se le aplaudió intensamente, quizás se le debió bravear más en el turno de saludos. Respecto a la orquesta, es un lujo tener en casa una formación que se adapta de esta forma a los designios de un especialista como Capuano, sonando muy cercana a un conjunto especializado en este repertorio. El milanés Gianluca Capuano con un gesto relativamente contenido, sin embargo, transmite toda la intensidad que el drama demanda y viveza cuando, como en la electrizante obertura, la música lo demanda. El director italiano logra transmutar con éxito a la más dúctil formación orquestal española en una orquesta que parece estar acostumbrada a lecturas de corte historicista, sin vibrato, aunque, cierto es, con un sonido más ancho y denso, convirtiéndose, por tanto, en un instrumento ideal para el propósito. El historiador Joachim Winckelmann, teórico del Neoclasicismo, escribía apenas siete años antes del estreno del Orfeo ed Uridice. «La belleza está determinada por la subordinación de los detalles al conjunto, y el verdadero arte consiste en la armonía y la proporción elegante». Pues si, en este Orfeo ha habido grandes dosis de belleza, armonía y proporción elegante , y por tanto, verdadero arte. --------------------------------------------------------------------- Sábado 9 de marzo de 2024 Palau de Les Arts Orfeo ed Euridice, de Christoph Willibald Gluck. Carlo Vistoli y Christophe Dumaux (Orfeo), , Francesca Aspromonte (Euridice), Elena Galitskaya (Amore). Orquestra de la Comunitat Valenciana. Cor de la Generalitat Director de escena: Robert Carsen Dirección musical: Gianluca Capuano