Mírala, esa mujer vive en la eterna primavera. Te mira seductora, trae un aire que hace temblar la verde humareda a la que cantó Machado. Y hace llorar a los naranjos. Y trae la luz blanca más pura que florece los paraísos violeta de las jacarandas de lo que está por venir. La ciudad es ya un suspiro que se está escapando sin remedio, desde que mañana la Esperanza tome posesión de su paso hasta que se desborde el río de la plata dentro de una semana. Ese suspiro que va desde que marquemos el compás del comienzo de ‘Macarena’ hasta que retumben las campanas de ‘Amarguras’, el que dure el anuncio del gozo. El pregón de una Sevilla que...
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