Habrán imaginado los lectores más taurinos que este artículo busca homenajear a esas largas colas que tras el arrastre de cada toro se forman por los pasillos de la Maestranza. Ya saben, las del vaso largo de plástico a precio de oro. Con los aficionados del tendido en las barras de los bajos y los de la grada por la angostura del tejado maestrante, donde el mismo camino hacia el urinario te lleva, inevitablemente, a repostar el combustible. Qué malos no serán estos meses de sequía taurina que hasta añoramos al ínclito tío del gintonic . Mucho menos poético que aquellos cantineros que vociferaban los ya olvidados eslóganes de la época: «¡agua, fanta, cocaaa!» o, con la nevera sobre el...
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