A la muerte de una ferretería no hay responsos funerales, ni una esquela en el periódico, ni ninguna otra pompa luctuosa. Se queda ahí, de cuerpo presente, pero con los estantes vacíos. No le compondrán más que un réquiem de miradas los que saben lo que se perdió; porque no se perdió más en Cuba. Tal vez sea este nuestro 98 y el cierre de la ferretería 'Juan Villanueva', que era la última de la Plaza Mayor y probablemente de todo Valladolid, suponga nuestro hundimiento del 'Maine'. Porque al morir una ferretería, último diccionario de una España que se acaba, la ciudad se vuelve nueva, como si hubiese que repoblarla –carta puebla mediante– por orden de Alfonso VI. Como si...
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