Eduardo Álvarez Tuñón: «Temo más a lo que la vejez roba que a la vejez en sí»
Al narrador y poeta argentino Eduardo Álvarez Tuñón (Buenos Aires, 1957) le gusta el cuento tradicional. Ese que tiene principio, medio y final. Ese que el lector común puede entender sin incomodidades. Directriz que trata de seguir en su último libro de cuentos 'El tropiezo del tiempo' (Libros del Zorzal). Género que ya había incursionado allá por 2005 con 'Reyes y mendigos'. «Vuelvo al cuento por impulso, porque yo vengo de la poesía. Y a mí me parece que el cuento tiene mucho que ver con la poesía. El cuento es como el poema porque tiene un paraíso de brevedades y silencios que fraguan igual», admite desde el otro lado de la pantalla. El escritor, Miembro de Número de la Academia Argentina, se fundamenta en historias reales que parecen inverosímiles. Él mismo confiesa que le gusta que sus lectores se pregunten si lo que está contando ocurrió de verdad, pues a esas historias reales, les conoce el principio y el fin. «Me es fácil aplicar el método borgeano. En el medio hay que ver cómo se escribe, con qué perspectiva, voz, plano. A la realidad siempre hay que introducirle ficción», expresa refiriéndose al proceso escritural. Sobre sus hombros grandes cuentistas: Borges , Cortázar o Manuel Mujica Lainez. Noticia Relacionada estandar No Magalí Etchebarne, premio Ribera del Duero: «El cuento es la región más próspera de América Latina» Karina Sainz Borgo Este miércoles se ha dado a conocer el veredicto de la octava edición del certamen literario organizado por la editorial Páginas de Espuma. 'El tropiezo del tiempo' está constituido por seis relatos. Para Álvarez Tuñón, lo que tropieza en el libro es «el tiempo que corre linealmente desde un pasado a un presente». Sin embargo, a veces opta por mezclar pretéritos con futuros dando lugar a tramas que se mueven en los márgenes de una realidad que genera «cierta ruptura lineal». Precisamente, en el primero de los cuentos 'La suerte y la noche', cavila sobre la vejez y la juventud extrema. A través de un joven redactor argentino que busca trabajo en Barcelona, y acaba cuidando a una persona mayor, intenta «revelar la cercanía entre dos grandes misterios: el nacimiento y la muerte». «Más que la vejez, me preocupan las limitaciones que trae. Temo más a lo que la vejez roba que a la vejez en sí », puntualiza. Más adelante, hay espacios para el riesgo y la música (Brahms y Schubert). Recupera en 'La venganza del músico', la historia de un violinista llamado Arthur Vallet que enfrentó al régimen nazi : «Lo conocí en Buenos Aires en la Asociación Francesa de Ancianos Combatientes. Era un gran intérprete de Brahms, tal vez el intérprete más importante que hubo. Y se dio esa casualidad que uno de los jefes del comando nazi amaba a Brahms. Esta cosa tan extraña y difícil de entender: ¿cómo un hombre que es un asesino cruel puede amar tanto como Arthur al mismo músico? Es decir, ¿cómo se puede leer poesía, emocionarse con la literatura y a su vez ser un asesino?», se pregunta Tuñón en una historia acompañada de un trasfondo musical hilado a 'La música de mi madre', que es «autobiografía pura». Realidad Si hay algo que caracteriza a los relatos de Álvarez Tuñón es la sustantividad. Lo real se encarna en cada una de sus intrigas. En 'Disfraces' recupera las crónicas del historiador y militar británico Antony Beevor, referencia la Guerra Civil Española y pone el foco en cómo se enfrenta una guerra desde la juventud: «Quise escribir e imaginar cómo los adolescentes viven una guerra. Imaginé esas edades donde uno sale del mundo de los juegos a la adolescencia y encuentra casas abandonadas, ropa, disfraces. Esa especie de éxtasis, donde no te queda otra cosa más que vivir la guerra como un juego». En este cuento son notorios los personajes, por lo que el autor aclara que «piensa mucho en los roles» con el fin de hacer «una síntesis entre ellos y lo que se cuenta» buscando siempre «el principio, medio y final». Durante la entrevista, Tuñón recurre a uno de sus maestros. «Borges decía una cosa que a mí me pareció siempre muy interesante. Y es que el personaje está realmente acabado, bien creado, cuando el lector, después, lo puede imaginar en algunas situaciones diferentes de la historia», enfatiza recordando que 'El Quijote' hoy en día lo podemos imaginar frente a un ordenador viviendo historias reales propias de la actualidad. En la recta final del libro, el autor rescata aquella visita del príncipe Eduardo de Inglaterra a Buenos Aires en 'Historia real'. Además, opta en el último cuento, titulado 'El regreso de abril' por hurgar en la vulnerabilidad de la juventud, el hecho de que los hijos crezcan y la importancia de la figura del padre. «Es un cuento lleno de incógnitas, donde me convierto casi en el padre de mi padre», concluye recordando a aquel hombre que nunca viajó ni salió de Argentina, pero que dejó huella en todas y cada una de sus páginas.