Cuerpo, tierra y arte
En la muestra titulada 'En búsqueda del origen', inaugurada recientemente y que se podrá visitar en el MUSAC de León hasta el diecinueve de mayo, el visitante va a encontrar más de un centenar de piezas que recorren la trayectoria de la a rtista Ana Mendieta durante los diecisiete años en los que tuvo actividad creadora, antes de su prematura y trágica muerte , ocurrida en 1985 al caer al vacío desde un rascacielos de Manhattan con tan sólo treinta y seis años, en un controvertido episodio en el que su marido, el escultor minimalista Carl Andre , fue acusado de asesinato primeramente para ser absuelto luego. Ana Mendieta fue una niña cubana , proveniente de una familia relevante, que tuvo que huir a Estados Unidos , en lo que se denominó la operación Peter Pan, tras el arresto de su padre que, aunque fue cercano a Fidel Castro en un principio, finalmente resultó acusado de actividades contrarrevolucionarias. Su infancia estuvo, por tanto, marcada por el desarraigo y la separación familiar. Enseguida apareció en ella la vocación artística y al licenciarse en Bellas Artes por la Universidad de Iowa conoció a Hans Breder, quien la acercó a las nuevas tecnologías y al accionismo vienés. A partir de ese momento desarrolló un trabajo que fundamentalmente pretendía, a través de acciones, reflexionar sobre la mujer, la naturaleza, el arte y la vida. Para ello utilizó lo ritual, su propio cuerpo , la huella y la silueta, en un uso de la imagen como signo esencial, primitivo y atávico. El agua, la hierba, las piedras, la arena, el rojo de la sangre o el fuego, fueron los materiales ancestrales que empleaba. «Esta sensación de magia, conocimiento y poder -declaraba Mendieta-, encontrada en el arte primitivo, ha influido en mi actitud personal hacia la creación del arte. He trabajado en la naturaleza explorando la relación entre mi persona, la tierra y el arte utilizando mi cuerpo». Hay en sus producciones referencias que parecen provenir de la arqueología , la visión de las marcas de su figura en la tierra evocan el hallazgo de una presencia pretérita, algo que estuvo y ya no está, un enterramiento descubierto. Mendieta produjo, en muchas de sus acciones, los momentos de impresión de lo que podrían haber sido restos arqueológicos provocando una suerte de compresión del tiempo, las huellas desveladas estaban recién hechas. Estas acciones recuerdan las tumbas antropomórficas excavadas en la roca, vaciadas de restos humanos y llenas de agua de lluvia, que reflejan el cielo en muchos monasterios, un prodigio de metamorfosis de la muerte en símbolo poético de extrema belleza. Noticia Relacionada reportaje Si La 'Generación Z' pide paso en las artes escénicas Henar Díaz Con motivo del Día del Teatro, jóvenes directores e intérpretes, egresados de la Escuela de Arte Dramático de Castilla y León, reclaman oportunidades «hoy» para tener «futuro» Algunas de las imágenes de Ana Mendieta que se pueden ver en esta exposición están ya incluidas en el legado iconográfico del arte contemporáneo del pasado siglo XX. Sus retratos con cabello masculino adherido a su rostro, los elementos de su propia anatomía aplastados por un vidrio transparente hasta deformarlos o la silueta de su cuerpo incorporada a diferentes paisajes, son obras que forman parte de ese reducido grupo de las que soportan el paso del tiempo.